Ian Brady y Myra Hindley: "Los Monstruos de los Páramos"
Ian Duncan Stewart nació el 2 de enero de 1938 en Gorbals, Glasgow (Escocia) Desde pequeño, Ian presentaba ataques de ira incontrolables que desembocaban en que se golpeaba la cabeza contra la pared, una y otra vez. Su madre biológica lo visitaba con frecuencia y le llevaba regalos, aunque Ian desconocía la verdadera identidad de la mujer que se portaba tan amablemente con él y llamaba “tía” a “Peggy”. Poco tiempo después, le revelarían la verdad, lo que le causó un fuerte conflicto; no comprendía por qué su madre lo había rechazado y no podía vivir con ella. Los vecinos de los Sloane no aceptaban al niño por su condición social, además de ser conocido en el barrio por ser pésimo para jugar al football. Era cruel con sus mascotas y maltrataba constantemente a perros y gatos, pateándolos.
Cuando tenía nueve años ocurrió un evento que sus compañeros siempre recordarían. Sus compañeros y él fueron a los Páramos de Loch Lomond de día de campo. Después del almuerzo, durmieron una siesta en la hierba. Cuando se despertaron, Ian había desaparecido. Lo encontraron de pie, a 500 metros de distancia, en la cima de una cuesta empinada. Durante una hora se quedó allí, recortado contra el cielo gigante. Le gritaron y silbaron, pero no les hizo caso. Cuando dos de sus jóvenes compañeros fueron a buscarlo, les dijo que regresaran a casa sin él, que quería estar solo. Una de sus maestras tuvo que ir por él para ordenarle que volviera. En el regreso, a bordo del autobús, estaba hablador por primera vez en su vida. Para Ian, el rato pasado a solas en esa colina había sido una experiencia profunda, que influiría en su vida adulta. Según diría muchos años después, se había sentido solo en el centro de un vasto territorio, sin límites. Todo era suyo. Le pertenecía. Estaba lleno de una sensación de poder y fuerza. En medio de la vacuidad de todo esto, era el amo y señor.
En el colegio hubo un cambio radical. Sus compañeros lo recordarían como un chico muy guapo y un estudiante brillante; incluso aprobó un difícil examen en la Academia de Shawlands, una escuela para alumnos con una inteligencia superior a la media. Sin embargo, cuando se había convertido en un joven muy popular y asediado por las jovencitas, decayó su nivel académico y comenzó a fumar. Prefería la imagen de fortaleza que le daba aparentar ser un rebelde, a la del estudiante modelo. Por esos años, Ian desarrolló su fascinación por la ideología nazi y sus símbolos.
Myra Hindley nació el 23 de julio de 1942 en el distrito de Crumpsall, Manchester (Inglaterra), Estudió en la Ryder Brow Secondary Modern School, donde era considerada una buena alumna, muy responsable. Era atleta y escritora; llevaba un diario, realizaba poemas y cuentos, y leía todo el tiempo. Para ella, la lectura y la escritura eran un refugio. No soportaba ver el sufrimiento ajeno y adoraba a los niños y a los animales. Era dueña de un perro con el cual compartía tiempo, caricias y confidencias. Myra siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás, les brindaba consuelo y apoyo, era una excelente amiga y jamás utilizaba la violencia, ni física ni verbal, en contra de nadie. Su propio sufrimiento le servía para no maltratar a los demás.
Mientras tanto, refugiándose en la lectura y la música, Ian Brady leía con avidez al Marqués de Sade y a Friedrich Nietzsche; continuaba además con sus lecturas de obras sobre el nazismo. Poseía varios objetos con la esvástica. Igualmente consumía con avidez libros sobre sadomasoquismo, dominación y otras prácticas sexuales. Ian gustaba de pasar largas horas a solas en los Páramos de Saddleworth, cerca de Oldham, en el condado de Lancashire. Este voluntario aislamiento lo convertía, aún más, en un inadaptado social.
Aprovechaba algunas de estas salidas para torturar animales en la zona de los Páramos, donde nadie podía verlo. Perros, gatos, roedores y aves fueron víctimas de una inusitada crueldad: los pateaba hasta matarlos, los quemaba vivos, los aplastaba con piedras, los mutilaba, les sacaba los ojos; disfrutaba del dolor y los aullidos de los animales, y después terminaba jadeando, antes de regresar a su casa. A muchos ni siquiera los mataba: los dejaba allí, agonizantes, para que sufrieran durante horas después de que él se hubiera marchado. A otros los amarraba y enterraba vivos. Fueron las primeras tumbas que cavó en esa zona.
Necesitado de trabajo y presionado por su familia, Ian comenzó a trabajar en una carnicería; disfrutaba cortar la carne y los huesos de los animales. Le fascinaba quedar cubierto de sangre y pasar horas rodeado de trozos de carne ensangrentada. Su interés por la mutilación creció. Entre los meses de abril y octubre de 1958 trabajó en una cervecería llamada Boddingtons. Por esos días comenzó a beber; pasaba las noches en los pubs, bebiendo cerveza hasta emborracharse. A los pocos meses era un alcohólico. Cuando bebía, su agresividad surgía: era hiriente, violento y demostraba su odio y desprecio por todos los que lo rodeaban.
Myra comenzó a trabajar como mecanógrafa en la empresa química Millward's. Inevitablemente, conoció a Ian Brady. Era cuatro años mayor que ella y poseía un aire de hombre de mundo que la fascinó desde el principio. Durante 1961, Myra escribió en su diario la fascinación y admiración que sentía por Brady. Pero a él la chica le era indiferente. Pasarían varios meses hasta que el 22 de diciembre de 1961, en la fiesta de Navidad de la empresa y al calor de unas copas, Myra e Ian comenzaron una relación amorosa.
Durante su primera cita, Ian Brady invitó a Myra a ver la película Los Juicios de Nuremberg, sobre la forma en que los criminales de guerra nazis habían sido juzgados y condenados en esa ciudad alemana. Las semanas siguientes, Myra comenzó su adoctrinamiento. Tuvo que leer todo aquello relacionado con el nacionalsocialismo: desde Mein Kampf (Mi lucha), el libro escrito por Adolf Hitler hasta las biografías de los principales nazis. También Crimen y castigo de Dostoievski y las obras del Marqués de Sade.
Myra adoptó la ideología de Ian Brady, su forma de vida, sus intereses y hasta cambió el color de su cabello por él. Se vestía con ropa similar a la utilizada por las mujeres alemanas durante la guerra y con botas negras de piel, de tacón alto, lo que a él lo excitaba. Después de este entrenamiento, Ian Brady hizo que Myra sacase una licencia para portar armas, lo que les permitió adquirir algunas pistolas. Brady no podía adquirirlas por ser un ex presidiario.
Myra también obtuvo la licencia para conducir. Las lecturas y las conversaciones con Brady tuvieron su efecto; la afilada inteligencia de Ian caló profundo en la impresionable Myra, quien dejó de creer en Dios al conocer en detalle las atrocidades cometidas por los nazis y los puntos de vista de diferentes filósofos. Aprendió a despreciar a los judíos, a los negros, la religión, las convenciones sociales, el matrimonio e irónicamente, a las mujeres. Brady la inició además en la sexualidad desaforada; le enseñó el placer del dolor y la convenció para que se tomaran fotografías desnudos o haciendo el amor. Filmaron algunas cintas pornográficas, pero su interés en esto decayó rápidamente.
Más que la experimentación sexual, la verdadera pasión de Brady era la violencia. Mientras tenían sexo, Ian Brady llamaba a su novia "Myra Hess", en honor al apellido del oficial nazi Rudolf Hess. Ian llevó a Myra al lugar donde disfrutaba estar a solas: los Páramos de Saddleworth. Le mostró la zona, con algunas construcciones en ruinas, tierra floja y muchísima soledad. Myra quedó fascinada con el lugar y se acostumbraron a ir allí para estar a solas, tener sexo y tomarse fotografías. A lo único a lo que Myra se negaría siempre sería a maltratar animales: su perro la acompañaría aún en su etapa más oscura.
Ian y Myra en los Páramos
Estando con Ian, Myra desarrolló su odio a los niños. A ella, que tanto los había amado y protegido, de pronto le parecían seres detestables. El 12 de julio de 1963, Ian Brady decidió dar el paso definitivo. Pauline Reade, una chica de dieciséis años, se dirigía a un baile de los trabajadores ferroviarios la noche de su desaparición, salió de su casa a las 20:00 horas. Ian convenció a Myra para que abordara a la chica y la invitara a acompañarlos a los Páramos de Saddleworth, para que la ayudara, supuestamente, a buscar un guante. Ian las siguió en su motocicleta.
Una vez en la zona, Ian sometió a Pauline. La zona seguía siendo un lugar solitario, nadie iba por allí. Ian golpeó a la chica, luego le quitó la ropa y la dejó completamente desnuda. Myra miraba la escena atentamente, fascinada al contemplar el otro lado de la violencia: la posibilidad no solamente de sufrirla, sino de ejercerla. Una vez desnuda, Ian golpeó a Pauline un rato más; ella lloraba y pedía que la dejaran en paz. Nadie le hizo caso; Ian la violó mientras la chica no dejaba de gritar. Después tomó un cinturón y la estranguló. Cuando todo terminó, cavaron un agujero y allí enterraron el cuerpo.
Su segunda víctima fue John Killbride, de doce años de edad. El 23 de noviembre de 1963, John Killbride y su amigo John Ryan fueron al cine por la tarde. Cuando la película terminó a las 17:00 horas, se fueron al mercado de Ashton-Under-Lyne para ver si podían ganar algún dinero ayudando a los vendedores ambulantes a recoger sus puestos. Myra engañó al niño llevándolo a la misma pradera. Myra le dijo que se veían en una zona cercana para que la ayudara a buscar un objeto perdido, por lo cual le daría algo de dinero; a cambio, el niño no debería decirle a nadie donde iba a estar. El chico obedeció las indicaciones.
En los Páramos de Saddleworth ya estaba esperando Ian, quién de inmediato comenzó a golpear al chico. Le dio puñetazos y lo pateó en el estómago, le pisó los dedos y lo golpeó en la cabeza. El niño lloraba. Myra observaba nuevamente. Ian le ordenó al niño que se quitara la ropa; una vez que estuvo desnudo, lo obligó a ponerse boca abajo y lo violó analmente. Se había llevado una de las pistolas adquiridas por Myra; cuando el chico yacía en el piso, inconsciente, trató de ejecutarlo con un disparo. Pero el arma estaba atascada y no pudo dispararle. Enfurecido, esperó que el chico volviera en sí y después lo estranguló. Con ayuda de Myra, cavó otra fosa y enterró el cadáver.
El tercer asesinato tuvo como víctima a Keith Bennet, de doce años de edad. El 16 de junio de 1964, los dos lo abordaron en la calle y lo invitaron a acompañarlos a un supuesto día de campo. Otra vez lo condujeron a los Páramos. Nuevamente se repitió la rutina: Ian lo obligó primero a desnudarse ante la mirada cómplice de Myra. Después descargó su furia sobre el chico, golpeándolo hasta que se cansó. Ian lo violó analmente, lo estranguló y volvieron a cavar una fosa. Una vez enterrado el cadáver, volvieron a la ciudad.
Era martes y todos los martes Keith Bennett iba a la casa de su abuela para pasar la noche, que quedaba a kilómetro y medio de distancia. Siempre se iba solo. Su madre lo vio en el cruce de Stockport Road, luego lo dejó para ir a jugar bingo en la dirección opuesta. Cuando Keith no llegó a la casa de su abuela, la anciana asumió que habían decidido no enviarlo aquel día. La desaparición de Keith no fue descubierta hasta la mañana siguiente, cuando la abuela llegó a la casa de su hija sin Keith. De nuevo, la policía fue llamada, de nuevo se realizó una búsqueda, y de nuevo parecía que el niño había desaparecido sin dejar rastro al igual que las victimas anteriores. Tiempo después, y con el objetivo de causar más sufrimiento a la madre del niño, Myra e Ian se negarían a revelar a la policía el sitio exacto donde habían enterrado a su víctima. Su cadáver nunca fue hallado.
Fue en un parque de diversiones donde conocieron a Lesley Ann Downey, una niña de diez años. Ian y Myra habían ido a pasear a la feria y vagaban por allí, comiendo helados, cuando la vieron. Lesley les sonrió amigablemente; había ido sola a aquel lugar. Ellos intercambiaron una mirada cómplice y la abordaron. Se mostraron muy amables con ella, le compraron un algodón de azúcar y finalmente la invitaron a acompañarlos y quedaron de verla en otro sitio un rato después. Esta vez la llevaron a su casa. Ian y Myra la obligaron a que se desnudara por completo. Al principio ella, desconcertada, se negó, pero Ian le dijo que era para un trabajo fotográfico y le mostró su cámara. Como ella se resistía, la obligaron. Una vez desnuda, Ian la amarró, la colocó en varias posiciones sexualmente explícitas y le tomó nueve fotografías. Satisfecho, Ian comenzó a pegarle, abofeteándola y propinándole puñetazos y patadas. Habían puesto un disco de The Beatles y la canción “I feel fine” sonaba como fondo. Myra tenía una grabadora; aprovechó la ocasión y grabó los gritos de su víctima; la niña lloraba, gritaba y rogaba por su vida. La grabación de dieciséis minutos era escalofriante: “¡Por favor, no me hagan nada, por favor, mamá, ayúdame! ¡Dios mío, ayúdame! ¿Qué van a hacer conmigo?” Se escuchaba la música al fondo, así como la voz de Myra, primero tratando de convencerla de que se calmara, luego insultándola y amenazándola. También se oía la voz de Brady, furioso, gritándole. Este finalmente la violó vaginal y analmente, mientras Myra observaba todo con frialdad. Luego Ian la estranguló.
Después de llevar a cabo este ritual, la enterraron a la mañana siguiente en los Páramos de Saddleworth. Las nueve fotos y la grabación fueron utilizadas para ambientar sus siguientes encuentros sexuales: hacían el amor rodeados de las imágenes de la niña torturada y escuchando sus gritos de dolor y terror, lo cual los excitaba. Luego, las fotos y el cassette fueron guardados en una maleta.
Jennifer “Jenny” Tighe, de catorce años, fue su siguiente víctima. El treinta de diciembre de 1964, la niña fue a un club en Manchester para escuchar a varios de sus grupos de rock locales favoritos. Myra e Ian la interceptaron en la calle, la llevaron a su casa, le pusieron la canción de The Beatles y repitieron el procedimiento: la desnudaron, la golpearon, la torturaron quemándola con cigarrillos, la violaron y estrangularon. Su cuerpo terminó enterrado en los Páramos. Su padre estaba seguro de que la niña se había fugado “con los beatnicks” y así se lo comentó a la policía: fue un gran error. En la investigación que tendría lugar tiempo después, Jennifer no sería considerada víctima de la pareja, hasta que Myra, muchos años después, confesó el crimen.
Ian y Myra seguían yéndose a pasear a los Páramos, donde conversaban abiertamente de sus crímenes. Gustaban de tomarse fotografías junto a las tumbas de sus víctimas, riéndose. En agosto de 1965, se suprimió la pena de muerte en el Reino Unido y la cadena perpetua se convirtió en la máxima pena, esto redundaría en beneficio de la pareja homicida.
Ian y Myra sobre la tumba de una de sus víctimas
Su última víctima conocida fue Edward Evans, un chico de diecisiete años. El 6 de octubre de 1965, lo invitaron a su casa con insinuaciones sexuales de Myra. Cuando el chico estuvo desnudo, Ian se dedicó a golpearlo. Después lo amarraron y lo pusieron sobre un sofá, donde dedicaron varias horas a torturarlo.
David Smith (cuñado de Myra) fue acudir a la Estación de Policía de Manchester. Allí denunció el asesinato del que había sido testigo. La policía llegó a la casa de Brady y Hindley; allí descubrieron el cuerpo ensangrentado de Evans por hachazos cubierto con una sábana y un cable en el cuello, en una habitación del segundo piso de la casa. Ian Brady y Myra Hindley fueron arrestados inmediatamente y acusados de asesinato tras la declaración de David Smith.
Tras ser interrogados, Myra confesó. Ian lo hizo poco después: admitió haber matado de un hachazo a Edward Evans porque había un testigo, pero exculpó a Myra del crimen; también admitió cuatro asesinatos más. Hasta noviembre de 1986, veinte años más tarde, Ian no admitió ser el culpable de las muertes de Pauline Reade y Keith Bennet. Los agentes localizaron la maleta que contenía las nueve fotografías de la desnuda y torturada Lesley Ann Downey, así como la grabación con sus gritos. El nombre de John Kilbride estaba escrito en un cuaderno, las descripciones de los asesinatos se hallaban en el diario de Myra y también las fotografías sobre los sepulcros.
Ann West, la madre de la fallecida Lesley Ann Downey, fue una de las personas que más sufrió a causa de la pareja. Tuvo que ver las nueve fotografías de su hija desnuda, atada y violada, además de escuchar su voz en la grabación para poder inculpar a Ian y Myra. Su dolor aumentó cuando Ian declaró que no se arrepentía de nada de lo que había hecho.
La investigación se centró en los Páramos de Saddleworth en las afueras de la ciudad, donde Brady y Hindley habían enterrado a sus víctimas; varios cadáveres fueron recuperados. El juicio comenzó el 21 de abril de 1966. El fiscal Sir Elwyn Jones acusó a Ian Brady y Myra Hindley de ser "personas malvadas", que se jactaban de sus asesinatos y disfrutaban del dolor de las familias.
Durante el juicio, la madre de Lesley Ann Downey, Ann West, tuvo que escuchar otra vez la grabación de los últimos momentos de vida de su hija para poder reconocer su voz: los gritos resonaron en el Tribunal hasta que la madre se derrumbó. Ian y Myra sonreían. Esto creó un odio gigantesco en la opinión pública británica y en la prensa, quien de inmediato bautizó a la pareja como “Los Monstruos de los Páramos”.
Durante el juicio, su hermana Maureen no dudó en declarar cómo Myra había cambiado radicalmente al comenzar a salir con Brady: “Era una joven adusta que decía odiar al género humano. Myra se sentía incapaz de imaginar la vida sin Brady. Tan unida se sentía a su novio, que ni siquiera cuando un día éste le dijo que quería abusar sexualmente de un niño, fue capaz de dejarlo”.
La policía fue incapaz de encontrar dos de los cuerpos enterrados y se conformaron con acusarlos por los que sí habían hallado. Durante todo el juicio, Ian y Myra intentaron culpar a David Smith (cuñado de Myra que los denuncio) de los asesinatos, una actitud que sólo sirvió para profundizar el odio del público hacia ellos.
En ningún momento durante el juicio mostraron arrepentimiento o alguna reacción emocional ante el dolor de las familias de sus víctimas. Además, la fotografía de Myra tras su detención se reprodujo hasta el hartazgo en todos los periódicos y se convirtió en un icono instantáneo: el rostro del Mal que los británicos identificaban y maldecían. La misma Myra diría que nada le hizo tanto daño como esa fotografía.
El 6 de mayo de 1966 ambos fueron condenados a cadena perpetua. En 1967, el Secretario General de Justicia decidió que la pareja de asesinos nunca saldrían de prisión. Ann West murió a causa de la depresión en la que se sumió después del asesinato de su hija de diez años. Fallecida treinta y dos años después, pese a todo la atormentada Ann West murió sabiendo que los dos homicidas se quedarían en la cárcel. Luego de ser condenada, Myra Hindley solicitó varias veces la libertad condicional pero nunca le fue concedida.
En prisión, Myra se convirtió en la reclusa número 964055. Compartió celda con otra famosa asesina en serie británica, Rosemary West. Allí pasó muchos años, recibiendo continuamente flores, dinero y cartas de admiradores. El caso más extraño fue el de un chico de trece años, quien le escribió a Myra para decirle que estaba seguro de que ella había cambiado y era ya una buena persona. La carta del niño, quien había recibido permiso de sus padres para escribirle a la asesina, se publicó en los periódicos británicos. En 1970, Myra rompió todo contacto con Brady. Nunca volvería a verlo.
Sobre su ex pareja, Brady diría: “Myra era un camaleón que simplemente reflejaba lo que ella creía que le agradaría a la persona a la que se dirigía. Era capaz de matar a sangre fría. En este sentido, tuvimos una fuerza inexorable". En 1985, tras diecinueve años en prisión, Ian fue declarado mentalmente insano y enviado a un hospital psiquiátrico. Luego fue ingresado en el Hospital de Ashworth en Liverpool, Merseyside, Inglaterra, donde se le diagnosticó esquizofrenia paranoide. Permaneció allí hasta convertirse en un anciano, debatiéndose día a día entre la vida y la muerte debido a varios intentos de suicidio y huelgas de hambre que deterioraron su salud.
Pese a esto, Brady no se arrepintió nunca de sus crímenes y hasta escribió un libro "felicitando a sus colegas asesinos". Además siguió jactándose de sus asesinatos y continuó por años jugando con el dolor de los familiares de sus víctimas, en especial con la familia de Lesley Ann Downey. Ian Brady aceptó rápidamente su condena y pronto se instaló en la vida carcelaria.
Por su parte, Myra fumaba mucho, sufría de angina de pecho e hipertensión. El 15 de noviembre de 2002, tras una enfermedad pulmonar, Myra sufrió un ataque cardíaco y fue ingresada en el hospital; pocas horas después murió de insuficiencia respiratoria, derivada de una grave infección en el pecho después de su ataque al corazón.
Sus crímenes marcaron la historia británica. Después de ellos, pocos asesinos en el Reino Unido calaron tan profundo en la opinión pública y despertaron tanta animadversión. Hasta la fecha, los cadáveres de algunos de los niños que mataron siguen allí: enterrados en algún lugar de los Páramos, sin que se les haya podido hallar.
cancion referente a "Los Monstruos de los Páramos"
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