La lágrima, Lord Byron




Lord Byron juega maravillosamente con el símbolo de la lágrima como espejo de las emociones descontroladas y sinceras. Ella reune de un modo genérico el tornado de sensaciones que se multiplican en los ojos de los lectores, y sobre el cual todos pueden identificarse.




La lágrima.

The tear, Lord Byron (1788-1824)




Cuando el amor o la amistad debieran

el alma a la ternura,

y ésta debiera aparecer sincera

en los ojos,

podrán los labios engañar fingiendo

una sonrisa seductora y falsa;

pero la prueba de emoción se muestra

en una lágrima.




Una sonrisa puede ser

un artificio que el temor encarna;

con ella puede revestirse el odio

que nos engaña;

mas yo prefiero para mí un suspiro

cuando los ojos, expresión del alma,

se oscurece por un momento

con una lágrima.




El hombre surca el desconocido Océano

con el hálito del viento que lo arrastra,

entre olas bramadoras que se alzan;

se inclina,

y en las olas tempestuosas

que terribles sobre su nave avanzan,

mira el abismo, y en sus aguas turbias

mezcla una lágrima.




En la carrera de la noble gloria,

el valiente capitán se afana

por ganar con su muerte una corona

en las batallas;

pero levanta al que postró en el suelo

y sus heridas piadoso baña,

una por una, en el sangriento campo,

con una lágrima.




Y cuando vuelve, henchido de ese orgullo

que hace latir el pecho que avasalla;

cuando teñida en enemiga sangre

cuelga su espada,

la recompensan todas sus fatigas

al abrazar a su consorte amada,

al darle un beso en sus mejillas húmedas

con una lágrima.




Dulce mansión de mi niñez perdida,

donde la sinceridad y la amistad gozaba;

donde en medio del amor vi deslizarse

las horas rápidas;

yo te dejé con un hondo sentimiento,

volví hacia ti mis últimas miradas,

y apenas puede percibir tus torres

detrás una lágrima.




Aunque no puedo repetir, como antes,

mi juramento a mi María adorada,

a la que fuera en otro tiempo

el fuego del alma,

recuerdo los felices días

en que, aún infantes, tanto me amaba,

cuando ella respondía a mis promesas

con una sencilla lágrima.




¿En otros brazos puede ser dichosa?

¿Conserva el recuerdo de su edad pasada?

Mi corazón respetará ese nombre

que tanto amaba.

Y así dije adiós a mi esperanza loca,

siempre, con una lágrima.




Cuando el imperio de la noche eterna

reclame para siempre mi alma;

cuando mi cuerpo exánime repose

bajo una lápida,

si por ventura os acercáis un día

donde mi triste sepultura se halla,

humedeced apenas mis cenizas

con una lágrima.




Yo no ambiciono el mármol, monumento

que la la vanidad levanta;

manto suntuoso con que el necio orgullo

cubre su nada;

no darán sus emblemas a mi nombre

el falso orgullo ni la gloria vana;

lo que yo quiero, lo único que pido,



es una lágrima.





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